martes, noviembre 10, 2009
Crítica cine: «Celda 211»
Mikel Insausti
Muy de cuando en cuando vuelve a aparecer el peliculón en el que nada falla, en el que todos y cada uno de los miembros del equipo técnico y artístico dan lo mejor de sí mismos como contagiados los unos de los otros. Daniel Monzón ha de ser consciente de que ese milagro del cine, inexplicable por lo que tiene de magia, sólo se da una vez en la carrera de un cineasta, así que siempre será recordado por «Celda 211». Otro tanto se puede decir de Luis Tosar, que hace el papel de su vida, el papel soñado.
Sin que sirva de precedente hago votos porque haya una segunda parte, tras un final que me ha dejado con las ganas, supongo que como a la mayoría, de saber lo que pasa con Malamadre. Acaba el motín retirado en camilla, pero con el aliento suficiente en su maltrecho cuerpo como para dedicarle una sonrisa amenazadora al traicionero narco colombiano encarnado por Carlos Bardem.
La proclamación crítica de «Celda 211» como la película del año se queda corta, ya que tan prodigiosa obra supera la barrera que se creía insalvable en la competencia con el gigante de Hollywood dentro del cine de género. No tiene nada que envidiar en cuanto a acción sin tregua a ningún drama carcelario norteamericano, con la ventaja de que puede permitirse ser pesimista en sus conclusiones, e incluso hacer que el chico (Alberto Ammann) y la chica (Marta Etura) mueran.
La visión que da del sistema penitenciario es desoladora, sin dejar ningún beneficio de la duda a los programas de rehabilitación, porque lo que se busca es la aniquilación de la persona mediante la privación de libertad. Basta que el funcionario novato se quedé accidentalmente aislado en una celda para que se convierta en un amotinado más, una vez cruzada la línea que separa el proteccionismo bajo una democracia formal de la total inseguridad en un régimen cerrado donde se vulneran los derechos más elementales.
El simulacro de negociación por parte de los representantes del gobierno confirma que la corrupción proviene del exterior.
Fuente: Gara
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