¿Qué hay después de «Una vida de cine», premio que recibió Pedro Olea en el reciente Zinemaldia? Él lo tiene claro: más trabajos. El director de Bilbo ha estado los últimos días en pueblos de Araba buscando localizaciones para su nuevo trabajo «la Coartada del diablo», que pretende rodar en primavera. Con la adaptación de la novela de Manuel Moyano, se acerca a alguien «lo más parecido posible a un vampiro», para cerrar su círculo sobre personajes de leyenda.
Itziar Amestoy
Gara, Gasteiz
El director de Bilbo Pedro Olea se está acostumbrando últimamente a recibir premios por su carrera. Primero fue la Espiga de Oro del Seminci (Festival de Cine de Valladolid), dentro de Zinemaldia de este año recibió el premio «Una Vida de Cine» que concede Kutxa, y también estuvo en la reciente edición del Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya que se celebra en Sitges. «Parece que me quieren jubilar», bromeaba ayer. Pero él tiene un antídoto: más proyectos.
Desde nuevas incursiones en el teatro, documentales o videos para acompañar un recital poético; el director de Bilbo tiene una agenda muy ajetreada para los próximos meses.
Dentro de esta vorágine creativa, se enmarca su nueva película: «La coartada del diablo». Acercándose al género de terror sicológico, es una adaptación de la novela homónima de Manuel Moyano. Cuando la leyó, Olea pensó que así podía cerrar un círculo dentro de su filmografía. «Con la invitación a Sitges, por ser un director que se ha acercado al terror o a lo fantástico de una forma de autor, de una forma especial, no de género; me han hecho ver los temas que he tocado», resume. Como interés sitúa la búsqueda por lo que hay de realidad detrás de los personajes de leyenda.
Así, relata su inicio en este círculo con el hombre lobo -dirigió en 1971 «El bosque del lobo», donde mostraba a un verdadero condenado a muerte que, por la falta de cultura, la miseria y supersticiones del siglo XVII, se creía alobado-. Luego abordó las brujas con «Akelarre», donde defendía su inteligencia y explicaba la brujería. «Eran listísimas, competían con los titulados en Medicina de Salamanca y se enfrentaban al falo de la Iglesia con el útero femenino de las cuevas, eran auténticas feministas», describe. Luego llegaron los zombis en «La bandera negra».
Por ello, para cerrar el círculo, asegura que le gustaría hacer una de vampiros. «Es difícil encontrar un vampiro de verdad, pero con esta novela he encontrado lo más parecido a ello, alguien que está en la cama sin moverse». Su objetivo es dejar abierta esa ambigüedad entre qué es el mal y qué no lo es, si está dentro o no.
En búsqueda de localizaciones ha estado los últimos días por pueblos de Araba, visitando el jueves la zona de Maeztu y el viernes la de Trebiñu. El primer día no acabó contento, pero ayer comentaba complaciente que el pueblo de Trebiñu le había convencido. La película tendrá tres ejes: el pueblo -en el que encaja ese lugar «perdido en el tiempo sin demasiada restauración», según el director-, un caserón medio abandonado y un antiguo sanatorio abandonado. Encontrado el núcleo, considera que será fácil situar los otros dos lugares dentro de Araba.
Así, además, también cerrará una fase, ya que, según explica, ha rodado en el resto de herrialdes de Euskal Herria.
Ayuda en el guión
Con la novela en sus manos, Olea se dispuso a escribir el guión y esbozó una primera versión. Aun así, reconoce que es más «director que guionista» y que a él le salen «demasiado literarios». Respecto a sus habilidades y carencias, asegura que sabe distribuir una historia y hacer una estructura, pero en los diálogos tiene «tendencia a explicar demasiado».
Pero con intención de hacer las cosas bien, ha contado con el trabajo de Michel Gaztambide, un excelente guionista, según Olea, que antes ya ha trabajado con Julio Medem (en «Vacas») o Enrique Urbizu (en «La caja 507»), para que le «quite literatura y haga más imagen». Una vez finalizado el guión -ya lo están moviendo por el mundo de las subvenciones-, y si las cercanías alavesas le convencen, prevén que el rodaje se pueda llevar a cabo en la primavera del año que viene.
Tan sólo la primer parte de «Una Vida de Cine»
Uno de los últimos premios que ha recibido Pedro Olea fue el que otorga Kutxa dentro del Festival de Cine de Donostia, «Una vida de cine». Al director, sin embargo, le gustaría añadir la coletilla de «primera parte» al galardón recibido. Y es que Olea tiene entre manos tantos proyectos que no está dispuesto a que le jubilen a base de premios. En cartelera teatral está su adaptación de la película de Rafael Azcona «El Pisito». «El éxito de crítica y público me animan a seguir con el teatro», asegura. Pero hay mucho más.
Lleva rodada la mitad de un documental que, siguiendo el estilo en el que realizó «Athletic, un siglo de pasión», pretende abordar lo que la familia Olaeta ha aportado al ballet vasco mientras recorre la historia del siglo pasado. Por último, estos días se encuentra trabajando en un encargo de su amigo Joan Manuel Serrat. El catalán está preparando un espectáculo-recital con poemas de Miguel Hernández que ha musicado y que adornará con la proyección de vídeos -que también se incluirán en el DVD disco-libro que pretende editar-. «A mí me ha tocado el mejor: la `Elegía a Ramón Sijé´».
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